MARIO A. DE LA FUENTE FERNANDEZ

MARIO A. DE LA FUENTE FERNANDEZ
FIRMANDO AUTOGRAFOS

miércoles, 20 de enero de 2010

LECCION II

LECCION SEGUNDA.-
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LOS MANUALES DE LA LITERATURA.-
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Los antiguos manuales de literatura perdían mucho tiempo en desarrollar las diferencias de los diversos estilos, el estilo sencillo, el estilo figurado, el estilo templado.

Se pesaba y se discutía la fuerza de las expresiones, la calidad de las imágenes. Se enseñaba a distinguir el género épico del género dramático, lírico o didáctico. Se insistía sobre los caracteres de la oda o de la epopeya.

Todo esto, bajo mi punto de vista no da ningún provecho. No nos ocuparemos de ello.

Se insistía mucho, también, sobre el estudio de los modelos, diciendo : "Fórmese usted estudiándolos. Trate de escribir tan bien como ellos".

Cierto que es una cosa excelente estudiar las obras maestras, pues la admiración conduce a la imitación, y la imitación es un medio de asimilarse las bellezas de los demás.

Pero se señalaban demasiado las perfecciones y no lo suficiente los defectos. Como el lector está inclinado a escribir cosas mediocres, hay que darle también el ejemplo de las cosas mediocres escritas para enseñarle a huir de ellas.

Es necesario mostrarle frases malas que pueden transformarse en buenas, y decir por qué son malas, y como se les convierte en buenas. El lector no discernirá qué es escribir mal.
Es preciso desarticular el estilo y los procedimientos, ir al fondo, sacar el masculló, descomponer la sensación y la imagen, enseñar cómo se construye un periodo; demostrar, sobre todo, los resultados que se pueden obtener por el esfuerzo, el trabajo y la voluntad.

Porque todo está ahí. No sospechan muchos el partido que se puede sacar de un trozo de prosa común impulsando su ejecución, rehaciéndolo , perfeccionándolo. En eso consiste toda la ciencia de escribir y donde hace falta un guía medianamente instruido y con sentido de la estética.
No deja de ser delicado querer enseñar a escribir cuando el que lo intenta no es un escritor consagrado por la admiración. Pero si tuviéramos que atenernos a eso, pocos serían los hombres aptos para dicha enseñanza. Sin olvidar el trasfondo comercial que ello implica en la actualidad, ya que el mismo crearía un potencial competidor. Se nos perdonará la tentativa, si se piensa en la cantidad de personas que se constituyen en profesores de estilo. ¿ Cuántos manuales? ,¿ Cuántos consejos?, ¿ Cuántos cursos? ,¿ Cuántos volúmenes profesionales?. Consultes solamente los catálogos de las librerías clásicas.
La mayor parte de los autores que emprenden esas demostraciones estén lejos de ser escritores notable. Mi opinión es que simplemente lo hacen como un medio para ganarse la vida. Solamente tienen lectura, erudición, claro juicio y gusto. Pues si eso basta para justificar su pretensión, no veo por qué habría de privarme de publicar, a mi vez un manual práctico y técnico de literatura y hasta más barato, cuando no gratis.

Muchas personas, ya lo sé, declaran al arte inaccesible e indemostrable . ¿Enseñar a escribir? ,¡ Qué risa!. ¿ Es imposible enseñar a escribir?. El estilo es simplemente un don. Se tiene o no se tiene. Cada uno siente como puede. Escribir es cuestión de inspiración, y no puede enseñares a tenerla. La creación de las palabras, el arte de las expresiones, son cualidades innatas. Los consejos pueden mantener el fuego sagrado, preparar el cultivo de las cualidades, preparar hasta cierto punto el terreno productivo, pero nunca podré enseñarse a descubrir bellos pensamientos o frases originales".

En esto hay una confusión. No se enseñará a nadie a ser un Bossuet o un Esquilo ; pero en el arte de escribir hay una parte demostrable, algo de oficio de extrema importancia, una cierta técnica, una especie de trabajo detallado y profundo que proporciona casi tantos recursos como la inspiración. Se admiran con frecuencia bellezas que son debidas a combinaciones de palabras, a habilidades de estructuras, así como a casualidades o a choques inesperados. Los resultados de una larga experiencia pueden, pues, formar un curso con lecciones provechosas. Hay cualidades no adquiridas y cualidades a adquirir. Las que pueden adquirirse, superan tal vez a las que se poseen. Claro está que una parte del arte de escribir no puede enseñarse; pero otra parte, una muy importante sí.

Por falta de trabajo y perseverancia , es por lo que tantas personas escriben mal.
El trabajo ayuda a la inspiración, él es quien la hace fructificar ; por sí se llega a duplicar las propias fuerzas.

Si es verdad que el genio no es más que una larga paciencia, digamos bien alto que el arte de escribir puede enseñarse largamente, pacientemente, victoriosamente.
No se trata, está bien entendido, de dar fórmulas seguras, reglas matemáticas, recetas infalibles para superar o escamotear las dificultades y encontrar bellezas ficticias.

Se trata de descomponer la forma, de analizar los giros y las expresiones, dar a los lectores una sazón verdadera del estilo el ángulo desde el que hay que verlo.
La enseñanza que concebimos ganaría mucho si pudiera darse de viva voz; no daría todo su fruto más que en el caso de que pudiéramos corregir personalmente composiciones hechas por los discípulos y no trozos tomados desde los libros, porque los deberes de los escritores potenciales, que son prácticamente unos alumnos, contiene inexperiencias más que torpezas, que sólo en escaso número se hallan en los trozos impresos.
Es fácil señalar los procedimientos en una materia sencilla; pero es más difícil encontrar ejemplos ,inventar faltas, preparar temas para correcciones. Supliremos este inconveniente lo mejor que nos sea posible.

Se podrá decir también, que esta pretensión de enseñar el estilo es quimérica. ¿ qué estilo va usted a enseñar?.

No hay un “piloto” único de estilo. Cada autor tiene el suyo. Michelet no escribe como Guizot; Bossuet no escribe como Fenelón, Montesquieu no se parece en nada a Chateaubriand. ¿Con qué derecho me impondría usted una fórmula más bien que otra?, ¿Sabe usted si la que me impusiera convendría a mi temperamento?.

Me aconsejaría el estilo regularmente construido, a mí , que he nacido para escribir en estilo "cortado", y daría a Bossuet por modelo a alguno que tiene temperamento de Michelet.

Objeción especiosa ( perfecta ).Sin duda hay tantos estilos como autores, y sería absurdo querer imponer uno, sea el que fuere. No es un estilo especial el que quiero proponer, deseo en lo más profundo, enseñar a cada uno a escribir bien en su propio estilo. Hay un arte común a todos los estilos.

Los principios, los matices y las consecuencias de ese arte es lo que deseo descubrir y desarrollar, que lo descubriremos y perfeccionaremos entre todos.

Ese arte es lo que constituye la ciencia de escribir. Aunque las cualidades de escritura no sean las mismas en todos los autores, un buen verso de Víctor Hugo es bueno por las mismas razones que un verso de Neruda. "Un buen verso no tiene escuela", decía Flaubert.
Un buen estilo tampoco. Nuestras razones de admirar a los maestros son las mismas en todas las épocas.

Cuando hablo de Esquilo, pueden ustedes creer que hablo de Bossuet . Pascal no es, con frecuencia, más que un Guez de Balzac de genio; y, la elocuencia aparte , se ve perpetuamente a Montaigne detrás de Rousseau.
No, rotundamente, no quiero y estoy en contra de obligar a nadie a adoptar tal o cual estilo y a no ser más que pálidos imitadores. Lo que se debiera hacer en forma natural y positiva es : descomponer y asimilarse todos los estilos posibles y luego formarse uno propio. Por tanto, trátese primero de escribir bien, y la originalidad de la forma llegaré por sí sola.
En todo caso, hay una tradición de estilo, la tradición clásica y lógica, en la que han escrito todos los premios Nobel. Lo más fácil sería seguir ese patrón, pues en general así lo dominaré todo.
He ahí, a priori , la forma que es preciso proponer como modelo. Puede estar seguro el lector de que, sin que lo note su temperamento lo modificaré, si ha nacido para modificarlo, y que romperé sin el menor esfuerzo ese molde, si es demasiado estrecho para sus cualidades; el epíteto le rebosaré, si tiene la vocación del epíteto, el color apareceré, si tiene el gusto del colorido.
Creará por sí mismo el detalle, el matiz, la florescencia de su talento, pero ante todo, debe adoptar el molde clásico, la forma prevista y sobria, la rectitud literaria, la temperancia, la probidad, el dibujo.

Si sus cualidades contienen en germen florescencias futuras, déjeselas brotar. No eche a andar, como suele decirse, con el pie izquierdo y no empiece nunca por lo excepcional, por lo exagerado, por lo violento o por lo rutilante.
Si tiene la vida en sí, creará el huevo, pero sepa que no hay desarrollo posible fuera del embrión ordinario.

A lo que hay que aspirar, lo que hay que alcanzar es la forma resultante de genio de la lengua; esa forma que a bastado a los autores más diversos, a los temperamentos más difíciles, a los que debemos, hasta en nuestros días, obras como Salambó y Tres Cuentos, de Flaubert, y los cuentos de Daudet.
Esa forma académica no ha impedido a Cervantes ser un incomparable en lengua española o a un Bossuet en frances, ni a Chateaubriand escribir en sus memorias páginas de un color y de una valentía en las que se encuentra en futuro pincel de Gautier, Saint Víctor y Goncourt.
Un manual sobre el arte de escribir , es , pues, posible, necesario y lógico tomando de por medio la construcción general de la frase tal como la han explotado varios siglos excelentes literatos.

TÉNGASE PRESENTE:
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La primera condición preparatoria para escribir es la de conocerse, y para eso es preciso examinarse a sí mismo, estudiarse, auto evaluarse y tener sentido de autocrítica, saber, como dice Horacio, qué peso se puede echar uno sobre los hombros. Aquí no es una cuestión de que te guste escribir simplemente.
¿Cuál es su vocación? , ¿Cuáles son sus gustos? ¿De qué es usted capaz? ,¿ Cuáles son sus preferencias? ,¿Tiene usted aptitudes para la novela, para el diálogo, para la poesía, para la descripción ?.
Nada es más fácil que conocerse a sí mismo literariamente. Nuestra imaginación tiene mirajes y aristas que nos engañan. El verdadero germen está, a veces ahogado y no aparece hasta muy tarde. Todos sabemos que Gautier y los Goncourt se creían nacidos para la pintura. Rousseau no comprendió que era escritor hasta pasado los cuarenta años, Honorato de Balzac estuvo muchos años escribiendo novelas de aventuras.
Hay quien se cree colorista ( aquel que describe la escena como un paisaje detallando las características de cada una de las personas o cosas que hay en esa escena, especificador de detalles ) y creyéndose colorista ha nacido para el análisis; hay quien es marino, como Lotí y ha nacido para escribir.
A veces una simple casualidad nos revela a nosotros mismos.

No triunfaremos siempre en las cosas que más nos agradan.
Hay asimilaciones pasajeras que no son más que engaños, en todos los aspectos de la vida, se refiere a las percepciones que difieren de la realidad.

Para tener completa certidumbre de nuestra vocación es necesario repetir los ensayos, volver a empezar las pruebas, cambiar los ejercicios, pasar de una lectura a otra, incluso a la misma a distintas horas o distintos lugares.

Al fin se afirma una predilección, se traza un sendero en medio de los diversos caminos, y gracias a la intervención de un amigo, (aquí es donde entra este grupo )a la ayuda de los consejos y los pareceres de un compañero bien intencionado e inteligente, sabremos, por último, lo que queremos y lo que realmente podremos hacer.

Sobre todo, NO HAY QUE CEGARSE SOBRE SI MISMO, porque sucede, casi siempre que lo que más amamos y defendemos de nosotros son nuestros defectos. Debemos saber reaccionar, violentarnos, balancear nuestras malas inclinaciones y dirigir nuestra disposición de inteligencia hacia el lado de nuestras cualidades.

Es muy raro que uno tenga el discernimiento y el valor de ser pura y sencillamente lo que REALMENTE ES.
Es necesario, desde luego examinar la influencia del medio social en que se vive, pues , es con frecuencia el medio el que precisa y desarrolla nuestra facultades.
El que vive en una aldea tendrá probabilidades de ser apto para pintar costumbres rústicas e incapaz de pintar las mundanas.
Cuando uno está demasiado cerca de las cosas que ve, acaba por no distinguirlas y no se le ocurre expresar lo que mejor sabe.
Es necesario un esfuerzo, unos pasos hacia atrás para darse cuenta.
El que habla bien, el que posee un espíritu de conversación, tiene probabilidades de llegar a ser orador, más bien que escritor y finalmente debe inclinarse hacia ese lado.
Sería demasiado largo enumerar las diversas hipótesis que podríamos examinar para llegar al discernimiento de nosotros mismos.

La observaciones y los consejos varían para cada persona. El medio que nos dará la luz sobre este punto es la lectura.

TRABAJOS: a.- Haga una pequeña biografía de cada personaje nombrado.
b.- Haga un trabajo sobre las Glosolalias, Jitanjáforas,
Afronegrismos, Trabalenguas, Anagramas, retruécanos
y Anacíclicos.

No menos de 3000 dígitos por tema.

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