MARIO A. DE LA FUENTE FERNANDEZ

MARIO A. DE LA FUENTE FERNANDEZ
FIRMANDO AUTOGRAFOS

miércoles, 20 de enero de 2010

LECCION X

LECCION DECIMA
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LA DISPOSICION.
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Se entiende por DISPOSICION el arte de ordenar lo que se va a escribir, lo que debe ponerse antes, lo que debe ponerse después, la vista del conjunto según las proporciones.

Se trata de reconocer la medida, la importancia, el valor y la extensión de los diversos elementos de que se compone un fragmento; de presentar las distintas partes proporcionadas por la invención de una manera progresiva, encadenada, lógica e interesante.

Ello, responde al quién, qué , cuándo y dónde, o sea, el sujeto y el predicado, pero dentro del último los complementos, directo, indirecto y circunstancial , en esa secuencia lógica al principio.

De la disposición dependen el plan, el interés y la acción.

Un trozo de literatura, cualquiera que sea, discurso, descripción, carta o narración, se hace en vista de una unidad, por lo que debe tender a un efecto general. Pero son necesarios los detalles; los incidentes agradan; es preciso que haya muchas ideas, muchas imágenes; en una palabra, variedad.

Conciliar la variedad con la unidad es cuestión de tacto y de gusto. Existe, pues, un arte especial para ponderar todo eso, una ciencia particular para dosificarlo, para distribuirlo y proporcionar su materia.

Debemos ser rigurosos con nosotros mismos, sobre este punto, y respetar las reglas razonables y las exigencias de estructura necesarias al plan, al interés y a la acción.

"Todo depende del plan" , repetía Goethe. Es que un buen plan, en efecto, es la base de una buena ejecución.

Con frecuencia no se ve en este consejo del profesor más que una exageración del método, una rutina de escolástica literaria.

Sin embargo, no hay nada más serio. El provecho que se obtiene no es inmediato, pero, como consecuencia, es inmenso.

Para escribir, sea lo que fuere, hay que sujetarse a un plan severo, tan desarrollado como sea posible y del que no debe uno desviarse. No debemos salir de las proporciones que nos hemos impuesto, porque las hemos establecido con lucidez, por razón, por lógica, y es propio de la inspiración caer en las digresiones.

Cuanto más se escribe, más se estudia, más se leen las obras de los maestros, más se adquiere la convicción de que un buen plan forma la resistencia y el valor de una obra tanto como el estilo. La composición es una señal de superioridad y de duración. Todas las obras maestras están bien compuestas.

Si la imaginación no es inflexiblemente dirigida, ¿ Quién puede saber dónde se detendrá ?. El mejor talento se deja arrastrar por ella.

Esto no quiere decir que se caiga fatalmente en la confusión por el sólo hecho de no haber desarrollado el plan lo suficiente ; pero es una verdad absoluta, en igualdad de forma y estilo, que la superioridad de ejecución corresponderá al que tenga su marco hecho, al que sepa lo que debe decir, todo lo que es necesario decir.

Los jóvenes no se forman una idea bastante clara de esta obligación. En todo trabajo literario hay una parte de preparación, de madurez, de reflexión necesarias a la buena ejecución de esa obra. Es necesario sujetarse a saber construir. Sin eso, nada queda en pie.

Ese trabajo parece árido a ciertos espíritus, que prefieren fiarse de su fecundidad. Creen poder dirigir los caballos sin tener las riendas. La avidez de escribir los empuja, el estilo quiere salir, la inspiración está en ebullición.

¿ Por qué esperar ?.

Pues bien, ¡ no ! . Las ideas no pierden nada por ser comprimidas; el licor que fermenta es mucho más fuerte.

Por abrir demasiado pronto el frasco, no sale a veces más que la espuma, que se evapora.

Sin un plan meditado, detallado, la ejecución es problemática. Se corre el riesgo de conceder importancia a un pasaje determinado y extenderse sobre él, porque resulta fácil, y descuidar otro más difícil.

No perdamos nunca de vista las palabras de Buffon: Por falta de plan, por haber pensado bastante sobre el asunto, es por lo que un hombre de espíritu se encuentra embarazado y no sabe por donde empezar a escribir...

Para escribir bien es preciso dominar plenamente el asunto :pensar en el lo bastante para ver claramente el orden de los pensamientos, y formar en seguida una cadena continua, en la que cada punto represente una idea; y cuando haya tomado la pluma, cuando se haya sentado a la máquina, tendrá que llevarla sucesivamente sobre el primer rasgo, sin permitirle apartarse, sin apoyarla muy desigualmente, sin darle más movimiento que el determinado por el espacio que debe recorrer.

Si la elocución, es decir, la forma, produce la magia de una obra literaria, el interés ,la acción dependen del plan, de la distribución de las materias, es decir del orden y de la disposición.

El interés viene en la relación de la partes, de su gradación, de su agrupamiento, del arte con que se colocará cada hecho en el sitio que más conviene.
Esa es la ciencia de la composición.

Por tanto , hace falta mucho tacto y reflexión en la elección y la sucesión de las ideas.

Para eso hay que ser inflexible, y retocar, podar, cortar en nuestro propio campo. Cuando el asunto está aún en fragmentos, en materiales, es cuando es necesario podar y seleccionar. No conviene esperar a que la seducción de la forma nos paralice. El sacrificio sería demasiado duro, y retrocederíamos.

No hay que tener debilidades, desde el primer momento debe rechazarse sin piedad todo lo que no sea de una utilidad absoluta, Aunque hubiéramos sembrado perlas, que este esas perlas superfluas, y renunciase a los detalles, por bellos que sean, que con concurran al conjunto y que no agreguen nada a la unidad. Tengamos siempre en nuestro espíritu las palabras de Pascal, que era entendido en la materia :"No basta que una cosa sea bella; es preciso que sea apropiada al asunto y que no tenga nada más ni le falte nada".

Los que tienen la experiencia del estilo saben la cantidad de cosas inútiles, las escenas, las palabras, los diálogos, los excesos de descripción o los análisis que se pueden cortar en cada página de una obra teatral o de un libro que están componiendo.

¿ POR QUE ESCRIBIMOS ? : ENTRE PADECIMIENTOS Y LA FELICIDAD
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Extracto del Diario La Tercera ( 26-05-2001 ) por POLI DELANO.

Hay autores que sufren para terminar apenas una línea, otros que disfrutan el placer de la creación. Hay algunos que lo hacen por dinero y otros que no dejan de luchar contra la hoja en blanco aunque durante sus vidas jamás vean éxito.

.....De pronto lo sorprendí diciendo que sufría mucho en el acto de escribir, y eso me llevó a reflexionar un poco sobre este viejo tema, ¿ Por qué se escribe ?; Por qué escriben los que sufren al hacerlo ?. El notable novelista policial Georges Simenon, creador del famoso Comisario Maigret y autor de centenares ( aunque parezca mentira ) de novelas, dijo alguna vez que la literatura, más que una profesión, era una vocación de infelicidad. ( Yo he escuchado que los depresivos escriben con más sentimientos y he llegado a la conclusión de que por medio de la escritura se superan los estados depresivos )

El nigeriano Wole Soyinka acompaña a Celorio y a Simenon al afirmar que cuando escribe se está reflejando su lado masoquista.

Elizabeth Subercaseaux envío un consejo a sus colegas de oficio: " Hágame caso, guarde la pluma en su cajón, olvídese de sus quince minutos de fama y dedíquese a ser feliz".

En otras palabras : si puede evitar escribir, no dude en hacerlo cuanto antes; de ese modo no tendrá que enfrentarse a los editores, ni a la incomprensión del critico, ni a las murmuraciones malévolas de sus colegas literatos, y evitará además, caer en el alcoholismo debido a la soledad de su oficio. Y Fran Lebowitz, con sorprendente naturalidad, dice que detesta escribir : " Soy capaz de hacer cualquier cosa por evitarlo, pero la única manera de escribir menos sería estar muerto".

Por supuesto , que también hay literatos que manifiestan el fenómeno contrario: disfrutan al estar creando.

El español Juan Marsé , lo hace por placer estético. El norteamericano William Styron, a quien Faulkner señaló como su heredero, sostiene que no hay nada que le provoque tanta felicidad como escribir una obra de ficción. El cuentista Raymond Carver ( también norteamericano ), generador de la tendencia que la crítica ha denominado " minimalismo ", asegura que escribir no es terrible sino maravilloso : " Mantengo mis propias horas, hago lo que deseo. Cuando quiero viajar, puedo hacerlo.

Pero, sobre todo, hago lo que durante toda mi vida quise hacer.

No me sumerjo en las angustias de la creación". Yo mismo soy de los que disfrutan durante el acto de la creación. Escribir me encanta, cuando siento que algún tema de cuento o de novela me viene rondando, empiezo a experimentar una excitante felicidad.

En todo caso, creo que es un hecho indiscutible que ni los escritores que padecen mientras escriben, ni aquellos que al hacerlo gozan, podrían evitar el ejercicio de su vocación resignándose a abandonar la pluma.

Hay, desde luego, quienes lo hacen por dinero. Pero el escritor artista , escribe ignorando absolutamente si su obra le dará algún día de comer. Sólo espera que llegue ( aunque nunca llegue ) su momento. Y ese momento, por lo general no depende de la calidad de sus libros, ni de sus gestiones editoriales o publicitarias, ni de su espera. Algunos de los grandes novelistas de nuestra literatura hispanoamericana ( pienso en Roberto Arlt ; José Revueltas; José María Arguedas; Manuel Rojas ) nunca vivieron de los derechos de autor que producían sus obras. Tuvieron que realizar trabajos ajenos a la literatura a fin de parar la olla.

Además, parece que, por lo general los escritores son malos comerciantes. Si fueran eficientes para los negocios, tal vez la primera buena inversión consistiría en dejar la pluma.

John Steinbeck sostenía que:" la profesión de escribir libros hace que hasta las carreras de caballos parezcan un negocio sólido y estable ".

No se puede desconocer el hecho de que la vida moderna ha producido nuevas situaciones y hoy encontramos a escritores como Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Luis Sepúlveda, Isabel Allende, Mario Benedetti y muchos otros, que están viviendo de su pluma . También es verdad que en algunos países del primer mundo hasta pueden hacerse ricos. Pero hasta ahora no he conocido a ninguno que haya "tirado la esponja" por no sentirse bien remunerado.

Si bien algunos sufren en el momento de crear, mientras otros disfrutan vitalmente sus horas de trabajo, hay que aceptar la premisa de que el arte es un llamado ( vocación deriva de " voccare", que significa llamar ) y reconocer que ni los primeros ni los segundos podrían resignarse al abandono de su terreno.

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