MARIO A. DE LA FUENTE FERNANDEZ

MARIO A. DE LA FUENTE FERNANDEZ
FIRMANDO AUTOGRAFOS

miércoles, 20 de enero de 2010

LECCION VII

LECCION SEPTIMA
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LA ARMONIA DEL ESTILO.
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Hemos explicado sumariamente en qué consisten las dos grandes cualidades generales del estilo : la originalidad y la concisión.

Hay otra tan importante y tan necesaria: la armonía, es decir, el sentido musical de las palabras y de las frases , y el arte de combinarlas para que sean agradables al oído.

La armonía, en cuanto a las palabras, consiste en su sonido propio.

La armonía, en cuanto a las frases, consiste en cadencia y equilibrio.

Boilieau ha dicho con razón..:

" El más noble pensamiento no puede agradar al espíritu cuando hiere el oído ".

En nuestro tiempo, la anarquía de los procedimientos literarios, la extravagancia de los gustos estéticos han traído una reacción injusta contra la arquitectura del estilo y la necesidad de la armonía. Se ha convenido que se escribe como se quiere; que ya no hay orden lógico; que se puede permitir todas las inversiones; hacer esperar al régimen y ponerlo al extremo de una frase; acumular sus incidencias; en una palabra, que se escribe como cada uno entiende. ( libre albedrío).

No nos dejemos influenciar por esas declaraciones decadentes o porque alguno de sus seguidores han logrado un relativo éxito. Los emborronadores de papel pasarán; él impresionismo sólo durará algún tiempo; las obras maestras quedarán.

Mantengamos, pues, la armonía como una cualidad especial del arte de escribir.

En principio, la armonía forma parte de un buen estilo. Todos los grandes escritores la han buscado; los mismos que se burlan no renuncian a ella y en cada página de sus obras se encuentran ejemplos de frases rimadas y de agradables enlaces de palabras.

La armonía es tan necesaria a la prosa como a la poesía. Es el ritmo, tan amado por los griegos, la cadencia oratoria, el numerus de los latinos.

La armonía está basada sobre el genio de la lengua, sobre las exigencias del oído, que tiene su gusto, como la imaginación tiene el suyo. El sentido del oído era para Cicerón , " un juez activo y desdeñoso".

Toda la fuerza de estilo, por lo menos una gran parte de ella, reside en la ordenación de las palabras.

"Una frase es viable, decía Guy de Maupasant, cuando corresponde a todas las necesidades de la respiración. Sé que es buena cuando puede ser leída en alta voz....Las frases mal escritas no resisten esa prueba; oprimen el pecho, entorpecen los latidos del corazón y se encuentran, así, fuera de las condiciones de la vida ".

Hay ciertas palabras que, por sí mismas, no tienen ningún carácter, ningún sonido agradable, y no adquieren armonía mas que por su enlace con otros sonidos, y las que hay que, acopladas, producen durezas insoportables.

Regla general : hay que abstenerse de toda rudeza en los sonidos, de todo choque, de toda disonancia marcada, a menos que, para mantener esos sonidos o esas palabras, no haya razones de relieve, de originalidad, u otros motivos de belleza literaria.

Debe evitarse no sólo el predominio de las consonantes fuertes, sino también la repetición demasiado frecuente de algunas vocales, el excesivo número de monosílabos, etc.

Todo esto, naturalmente, es cuestión de gusto y no hay que caer en la afectación contraria. La mezcla de lo suave y de lo rudo es necesaria para formar un estilo.

Es preciso, cuando se escribe, no solamente evitar los encuentros de sonidos agradables y las disonancias desagradables, sino también rebuscar la fluidez musical. Así, vigilándose uno a sí mismo, acostumbra el oído al estilo armonioso, y llegar, en prosa o en verso, a obtener bellos efectos.

Hay palabras que por su color antiguo, griego, latino o exótico, tienen una armonía propia que realzada con un buen estilo produce efectos maravillosos.

Desde hace más de un siglo la prosa francesa ha sido manejada por artistas que la han amasado de una manera admirable y la han hecho producir sonoridades nuevas, ( Chateaubriand, Gautier, Hugo, Flaubert, Leconte de Lisle,Heredia etc. )

Nuestra lengua tiene una armonía real.

Puede expresar la rapidez por una serie de sílabas breves: "El momento en que hablo está ya lejos de mí".

O la lentitud, por una serie de sílabas largas:

"Trazando a pasos tardíos un penoso surco".
Es necesario un esfuerzo para leer ese verso.

Sería un abuso rebuscar siempre la armonía imitativa, pues se caería en lo artificial y en lo pueril.

Lo que hay que realizar, lo que hay que perseguir es la armonía general de las palabras por una acertada mezcla de vocales y consonantes, largas y breves.

" Las vocales, dice Marmontel, no son todas iguales llenas y brillantes....Corresponde a un oído experto distinguir todos los matices para evitar las palabras que producen un sonido desagradable y lamentable".

No hay que preocuparse de las dificultades que puede presentar la persecución de la armonía imitativa, pues se la encuentra fácilmente. Todas las lenguas tienen los sonidos necesarios para producir un movimiento o una impresión física. Poco hay que agregar a palabras como silbar, murmurar, gritar, chocar, mugir, etc., para obtener la armonía imitativa.

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