MARIO A. DE LA FUENTE FERNANDEZ

MARIO A. DE LA FUENTE FERNANDEZ
FIRMANDO AUTOGRAFOS

miércoles, 20 de enero de 2010

¿QUE ES LA FELICIDAD ?

PERO...¿ QUE ES LA FELICIDAD ?
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La forma más fácil para entender la felicidad, ya que, al ser una palabra o un concepto tan subjetivo tiene de por sí infinitos significados, es por medio de ejemplos, de comportamientos ejemplares.

Este es el de un hombre de nacionalidad extranjera que por depresiones económicas de su país, para sustentar a su familia hubo de delinquir. Perseguido por la policía prontamente se vio viviendo en nuestro país a comienzos de siglo.

Fue aprendiz de todos los trabajos honrados, pero un avezado en la apropiación de especies ajenas, así transcurrió su vida hasta que llegó a ser millonario y no sólo formó parte de la alta sociedad, sino que solía recibir en su casa a los Presidentes y a la familia real de visita en su país.

Dejó antes de morir, de su propia mano una carta que nos dice una vez más que las riquezas, los honores falsos y los placeres no bastan para satisfacer el corazón humano. He aquí la carta en cuestión que publicó oportunamente uno de sus propios diarios, el más importante y decano del país; su autor, como digo, la escribió hace años, poco antes de suicidarse en su casa de Algarrobo.

“En el umbral de la eternidad, queridos hijos, debo hacerles una revelación franca y completa de mi alma. Como ustedes saben recibí soberanos, llamé por su nombre a Presidentes, Ministros y Generales, actué en política e hice actuar en mi nombre a muchos que obedecían ciegamente a mi dinero y a mi poder, poseí barcos, lanchas y caballos de carrera, teatros , medios de comunicación. Destacadas personalidades, hombres públicos y artistas se inclinaban ante mis tentáculos de poder.

He gastado ciento cincuenta millones de dólares en variadas empresas, como bancos, mineras e Isapres,( INSTITUCIONES DE SALUD PRIVADA ) estimulé los deportes, fundé varios premios y tengo en la cima a pseudo intelectuales, intelectualoides, sostuve a un sinnúmero de agrupaciones sociales de apellidos rancios y vinosos que se solazan apareciendo en las páginas sociales de mi “decano”. Todos me festejan, el mundo me llama el dichoso Agustín.

Después de haber conocido lo que es sentir hambre, supe lo que es tener todo lo que se puede desear y comprobar que miles de hombres esperan su subsistencia de mi mano. Tuve un tren especial para ir al sur, y provoqué caídas de gobiernos , aunque en 1909, hube de ir a pie a San Antonio porque estaba sin dinero, a ver si podía embarcarme para escapar de la policía.

Conocí a hombres y a muchas mujeres que son amables y afectuosos mientras uno les resulta útil, pero le vuelven la espalda cuando ya no tiene medios para serlo.
En este último día de mi vida, mi cerebro hace desfilar ante mis ojos episodio tras episodio. El gozoso sentimiento de contentamiento de antaño quedó reemplazado por una existencia ruidosa y febril.
Un día sigue al otro con parecida monotonía y cada individuo tiene los mismos deseos: más dinero, más placeres, menos trabajo. La visión de todos aquellos que rinden homenaje a la fortuna de bienes materiales asquea al alma. El rico puede dar fiestas y regalos, ser el héroe de los clubes nocturnos, ver su nombre en las crónicas mundanas y revistas del corazón y creerse el segundo después de Dios. Pero si su dinero lo abandona, los únicos amigos que tendrá será el remordimiento y el pesar.

Mi cabeza desvaría, de puro entender la verdad de la vida, mi corazón palpita de la irracionalidad y del egoísmo y veo toda la locura de mi vida, todo se paga en esta vida...Basta...Adiós.”

El cadáver fue encontrado por la policía a los tres día con un impacto en la sien.

Sus hijos se repartieron los bienes y los administraron en forma un poco más honesta, pero han reconocido públicamente de que tienen mucho de su padre.
Este caso y el de muchos otros hombres y algunas mujeres que en el pináculo de su fama decidieron replantearse profundamente su actitud frente a la vida y principalmente frente a sus actos, demuestran que ni las riquezas, ni los honores, ni los placeres, constituyen los ingredientes de la verdadera felicidad. Muy por el contrario, porque la experiencia nos demuestra, vez tras vez, que el afán de conseguir las cosas y objetos bienes como blanco supremo (cosismo) en la vida, no conduce sino a la desilusión.
¿Que es entonces la felicidad y donde podemos encontrarla?. Al hablar de felicidad, es natural que se evoque la antítesis de ella, a saber, el sufrimiento. Involuntariamente contrastamos la condición en que se sufre con la de bienestar. ¿Podemos decir que la felicidad es la ausencia de sufrimiento? Hasta cierto punto sí, pues si bien conocemos casos de personas que han sufrido mucho y que; sin embargo, han sido felices, es forzoso reconocer que se sintieron felices sólo cuando el dolor se ausentaba o disminuía mucho su intensidad. En verdad se puede ser feliz a pesar de los dolores físicos, de la pobreza, del sufrimiento de un ser querido y otras desventajas. Por otro lado hay quienes no sufren, gozan de muy buena salud física y tienen abundancia de recursos pecuniarios y todos los que los rodean están supuestamente felices; y a pesar de todo ello, no son felices.

Llegamos por tanto a esta conclusión: Ser feliz, es estar tan bien como se pueda estar y saber reconocerlo cuando no se está.

LA FELICIDAD MENTAL.
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La felicidad implica, pues, el ejercicio sano de nuestras facultades físicas y mentales, sobre todo en estas últimas, por eso que resulta imposible hacer un estudio de la felicidad sin tratar el tema de la salud mental...y ¿que es la salud mental?, ¿es realmente necesaria para ser feliz?, ¿es feliz sólo el supuestamente cuerdo?, ¿no se sufre precisamente porque se pretende ser cuerdo?, ¿no resultan. entonces, más felices algunos locos en su mundo imaginario que muchos, supuestamente cuerdos en su triste realidad?... al fin y al cabo ¿quién es el normal... y quién no lo es?

Son innumerables las preguntas que surgen cuando entramos a este terreno y vemos cuan necesario es conocernos para poder ser felices o saber siquiera que podemos serlo. Para evitar el dolor, debemos tener salud física, es decir saber cuidar de nuestro cuerpo. También necesitamos conocer las leyes de la mente y conservar la salud mental, es decir, el equilibrio de nuestras facultades superiores. Porque esto es precisamente lo que es la salud mental, un asunto de equilibrio entre sentimientos y emociones, más que raciocinio. Es el control de la inteligencia afectiva, es tener la capacidad para reconocer los propios errores y disponer, a su vez, del interés de hacer las rectificaciones necesarias al comportamiento. De manera que, como veremos más adelante, en la consideración de la felicidad el estudio de las emociones ocupa forzosamente mucho lugar.

La ciencia moderna, en un análisis al ser humano, nos presenta hoy la misma e idéntica división que hacían los filósofos antiguos y que proclamara como suya el teólogo de la iglesia apostólica San Pablo: el cuerpo, el espíritu y el alma, sólo que los modernos nos hablan del cuerpo, de la mente y de las emociones y nos enseñan que la felicidad estriba en el armonioso desarrollo de esas tres fases de nuestro ser. Van más lejos aún en su concordancia involuntaria con las enseñanzas de los fundadores y predicadores del cristianismo, religión mayoritaria en nuestra sociedad, positivismo que hoy también se ha perdido.

Nos dicen que nuestra felicidad depende de que entendamos y practiquemos el principio de la cooperación que según el sicólogo Adler, es el sentido mismo de la vida. Es decir, que no podemos ser felices en el egoísmo. El desarrollo y funcionamiento de nuestras facultades debe armonizar con el desarrollo y funcionamiento de las facultades de nuestros semejantes.
Yo, agregaría un matiz de bienestar económico, en donde el cuerpo se predispone a condicionantes del medio en que nos desarrollamos.

Volvemos así, a la doctrina esencialmente teológica y sobretodo cristiana en que “nadie vive para sí”, ( aunque en la práctica no se da ), a la gran regla de oro de las sociedades actuales de hacer a los demás como quisiéramos que ellos hicieren para nosotros, el gran mandamiento básico de todas las religiones que han existido en la humanidad “amar al prójimo como a sí mismos”. La verdad es que es imposible ser felices solos. Unicamente podemos serlo de veras cuando lo son también otras personas y; además, tenemos la posibilidad de verlo personalmente. Comprendemos entonces, que la felicidad es inalcanzable cuando se le busca. Ella es un subproducto, por así decirlo, de la vida sana y de buenos comportamientos. Por utópico que parezca, deriva automáticamente de una conducta social desprovista de egoísmo e impregnada de amor.

Quiero ser tajante en esta aseveración: Absolutamente nadie que espera que los otros le hagan feliz lo será jamás. Pero sí lo será cuando procure hacer felices a otros. No confundir con hechos puntuales de solución de problemas de otros, como facilitar dinero, trabajo, etc. (en este caso le soluciona un problema puntual, pero no le otorga felicidad, sino tranquilidad momentánea).

El deseo de hacer a otros felices, si es sincero y espontáneo, no puede arrancar sino del amor y quien tiene amor ya es feliz. La mayor fuente de desgracias conyugales estriban en la incomprensión tan general de estas leyes de la vida. Muchísimos hombres y mujeres, en efecto, se casan para ser felices. Pero logran serlo únicamente los que asumen la responsabilidad de la vida matrimonial con el firme propósito de hacer felices a sus cónyuges y a los hijos. Decir esto no es pecar de falso romanticismo, pues es la pura verdad y el inicio de todas las rupturas matrimoniales y de pareja.

Más adelante detallaremos experiencias que nos lo demuestran, aprovecharemos las partes positivas y rectificaremos nuestros comportamientos en busca de la felicidad de nuestra pareja.

Considerado así el asunto de la felicidad, como armonioso desarrollo y funcionamiento de las tres fases de nuestro ser en relación con los demás, que deben tener los mismos derechos y oportunidades que nosotros, en cuanto a su desarrollo y funcionamiento se refiere, quedan contestadas las preguntas que se levantan acerca de lo que es normal y lo que no lo es, tanto en lo referente a la salud mental como en lo referente a la conducta que de ella se deriva. Tenemos un criterio o norma para juzgar a las personas por sus acciones.

Sus pensamientos y sentimientos generalmente no los tomamos en cuenta como una condicionante e inductor de esas acciones. En general es, y nos parece normal todo lo que beneficia, tanto al individuo que lo genera como a los otros. No es necesario que este sea sacrificado, ¿qué felicidad habría si todos hubiesen de verse sacrificados?.

Al fin la orden humana es amar al prójimo como a sí mismo y no más que a sí mismo, como algunos quisieran y se esfuerzan , por interpretarlo.

Desgraciadamente, en la actualidad estamos sumidos en una economía de libre mercado, sin ninguna igualdad de oportunidades y ante crueles actos de corrupción, que impiden a la sociedad y al individuo ser generoso; por el contrario, individualmente la sociedad se encuentra sumida en una carrera irracional de consumismo y avaricia, que impide efectuar actos de amor.


LOS PLACERES
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Dentro de este marco, la felicidad o satisfacción en la vida, es posible. Pero debe recordarse que esta satisfacción ha de abarcar las tres fases del ser y resultará anormal cualquier conducta tendiente a recalcar una clase de satisfacción o placeres a expensas de los demás. Porque en la felicidad hay placer físico, tanto como intelectual y emotivo.

Según lo expresó Amado Nervo, nuestro siervo el cuerpo no debe ser despreciado (doctrina supuestamente anticristiana). Difícilmente podemos elevarnos a los goces sublimes del espíritu si nuestro cuerpo está acosado por los dolores y la mala salud. Pero, aun para gozar de la buena salud, se necesita del ejercicio de la mente.

Un animal que vive bien alimentado, libre de dolores y de trabas, podría considerarse feliz, desde cierto punto de vista humano. Pero él no lo sabe. El ser humano que goce de buena salud; por el contrario, puede detenerse a comprobarlo. Su organismo, al funcionar sin tropiezo alguno, no le causa molestia ni preocupación.

La mayor parte del tiempo se olvida de que tiene un organismo. Pero cuando piensa un momento en las funciones que cumple, siente el placer que significa su perfecto desempeño.

Un hombre o una mujer normal encuentran placer en ingerir la comida que ha de reponer las fuerzas gastadas por el trabajo. Cuanto mayor sea la necesidad tanto mayor será el placer que acompañe el acto de suplirla. Imaginemos, por ejemplo, el placer que experimentamos al beber un vaso de agua fresca después de una caminata de algunas horas por sendas polvorientas y bajo un sol abrasador.

Este placer proviene de una función muy sencilla y prosaica, pero puede decirse que en ese momento el poder aplacar nuestra sed contribuye a nuestra felicidad, mientras que el sufrir sed significará angustia y malestar.

No quiere decir esto que la felicidad consiste en comer y en beber bien y en vigilar que se desempeñen normalmente las otras funciones de nuestro organismo. El ser humano ha sido dotado de facultades superiores, las del intelecto y del alma, y las satisfacciones que le proporciona el uso de ellas constituyen aquello que lo distingue del resto de la creación y hacen de su felicidad una condición envidiable.
La mayoría al pensar en los placeres piensa sólo en los goces sensuales (no sexuales), que son efímeros, mientras que la felicidad, para merecer este nombre, debe ser duradera (ejemplo: la vida de pareja bien avenida). Por ser los placeres netamente intelectuales y espirituales los únicos verdaderos en sus efectos, porque dependen directamente de nuestra voluntad de perpetuarlos, renovarlos y reproducirlos constantemente, constituyen dichos placeres una parte de la felicidad mucho más importante que la representada por los goces físicos.

La felicidad viene a ser un estado de ánimo, una disposición de nuestro espíritu, más bien que un conjunto de circunstancias en que nos vemos situados en la vida. Diríamos pues, que la dicha es una actitud mental, un sentimiento de paz, una serie de momentos placenteros, cuya recurrencia depende en gran medida de nosotros mismos. Cuanto más a menudo concurren a nuestra vida estos momento placenteros, tanto mejor cimentada está nuestra felicidad.
Hasta podemos tener el hábito de ser felices (en la convivencia familiar y en la vida de pareja, la felicidad es la recompensa que se recibe al procurar a los demás integrantes del grupo, la mayor cantidad de actitudes y acciones para su bienestar).

No se debe recalcar demasiado la importancia de las cosas pequeñas y de la actitud mental en la felicidad. Pero es necesario ponerse en guardia contra la tendencia a hacer del placer el único criterio de lo que es la felicidad. Porque puede haber placeres malos, que siendo placeres para el beneficiado, dañan a seres queridos y en definitiva no contribuyen a hacernos felices, sino a sentir gozo momentáneo.

Puntualmente, el caso de las relaciones sexuales extra matrimoniales o simplemente fuera de la pareja habitual. La relación sexual en sí podrá resultar placentera para los que intervienen en ella, pero los daños morales que se le ocasiona a la pareja del comprometido, en caso de tomar conocimiento, generalmente son irreparables, aunque hay personas que disfrutan del sexo con más de dos participantes.

En este caso, habiendo tomado conocimiento de un hecho, real o supuesto, la afectada o afectado, primeramente deberá hacerse una profunda auto evaluación personal, en que critique descarnadamente sus propias actuaciones que indujeron a la pareja a reaccionar de esta forma. Habiendo reconocido la importancia para la pareja de estas deformaciones, de su apariencia o su comportamiento, podrá tomar las medidas correctivas en sí mismo para que esta situación no se repita.

Objetivamente, puede haber distorsiones del juicio y hasta de las emociones. Si volvemos al ejemplo anterior, habrá quien se complazca en sentenciar y ejecutar al “engañador”, habrá quien le responda con las mismas actitudes y habrá; además, quien en forma honesta reconozca que el conjunto de sus propios defectos y actitudes indujeron al “engañador” a tener ese comportamiento, o en sus etapas de inicio, no efectuó las correcciones necesarias para inhibir esa búsqueda, a veces frenética de placer sexual fuera del matrimonio o de la pareja, ya sea por parte del hombre o la mujer.

Es un hecho que, “si un niño acaba de comer e impulsivamente se dirige al refrigerador, es sencillamente que la comida era poca o era mala”, es la madre la llamada a detectar la necesidad de este niño porque de ella dependerá su alimentación.

Su lección positiva será evaluar la calidad y la cantidad de la comida, teniendo que corregir a la brevedad las falencias que inducen al niño al hambre compulsiva. Valga este ejemplo para la dosis sexual, tanto en cantidad como en calidad.

Este ejemplo es la matriz de todos y cada uno de los problemas de infelicidad de pareja o matrimonial y objetivamente, el punto de partida de todas las rupturas y separaciones.

También, se podrá aplicar el mismo procedimiento en el caso de los hijos, cuando uno de ellos se introduce en la droga, la desidia, en la irresponsabilidad en el estudio o trabajo, o en actos delincuenciales.

En principio se realizará una auto evaluación de los padres o tutores en forma crítica positiva, después, del ambiente familiar y del ambiente social amplio.

Siempre, estamos hablando en el caso de que no hay una explicación de tipo neurológico o impedimentos sociales que hayan inducido a estos comportamientos, no aceptados aún abiertamente por la sociedad.

Las personas que den este mal ejemplo a sus hijos y tengan esta nefasta experiencia, para quienes la han vivido y desean sacar la parte positiva para lograr ser feliz, deberán en primer lugar, autoevaluarse, poniéndose en forma crítica y hasta cruel, en todas las alternativas supuestamente negativas que le pudiera encontrar el “engañador” o involucrado. Como experiencia práctica, sería hasta conveniente tomar nota escrita de todas las circunstancias y las posibles soluciones. Regla que denominaremos “causa, efecto y solución”.

En efecto, el auto conocimiento es impostergablemente la única forma válida para salir de este tipo de problemática. No la autocompasión o justificación subjetiva o culposa, menos la agresión, la revancha o el despecho.

Vuelvo al ejemplo de la profesora de educación diferencial de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Ella ha descubierto que su marido la engaña, situación que sospechaba desde hace muchos años, aunque no ha llegado a formar fuera del hogar una pareja habitual, simplemente se ha convencido que se casó con un “picaflor”.

Han pasado quince años de doloroso matrimonio y vida de pareja, según ella ha perdido su tiempo y juventud, y en definitiva, busca la solución en los consejos que le dan sus compañeras de trabajo, entre las que se encuentran profesionales del área social, educacional y sicólogas.

Exclama- “estoy hasta aquí con mi marido, es un lacho de mierda, escoba que pilla que se la quiere pisar”. En pocas palabras es su situación: Las respuestas posibles: ¡hazle lo mismo!; ¡sepárate de inmediato!; ¡como pudiste esperar tanto!; ¡yo no habría aguantado! y otras por el estilo.

Todas, absolutamente todas, toman una posición feminista de género y más que sexista, irracional y compulsiva, a pesar de ser profesionales de nivel social medio y por sobre todo, que su propia situación civil es soltera de más de 40 años, o sea, que ellas mismas no han sido capaces de formar pareja estable, o separadas con peores problemas intrafamiliares y sociales que la afectada.

Objetivamente, con estos consejos de supuestas amigas nada se ayuda, más bien, subliminalmente, se pretende hacer causa común y atraer a la afectada a este grupo de resentidas con los hombres.

Al pasar de los años, ( más de diez ), la profesora no logra estabilizarse con otra pareja y se lo comenta a su ex marido , y éste le responde : “Pregúntale a tus compañeras de trabajo, qué debes hacer, ellas te hicieron cambiar caca por mierda”.

El caso es que ninguna, ni siquiera solapadamente se manifestó interesada en solucionar el problema en su partida, en su génesis, esto es preguntarse simplemente ¿porqué crees tú que tu marido te engaña? y desde allí simular algunas soluciones correctivas que propendan la búsqueda de una solución final feliz sugerida por la misma afectada. Cualquier procedimiento que se salga de esta fórmula básica, sólo prolongará el sufrimiento, alejando las posibilidades positivas del encuentro de la felicidad.

Hasta causa verdadero espanto, ver el importante número de separaciones que se evitarían sin esta manifestación de sadismo; o sea, de hallar placer o justificación de su propio fracaso ante los sufrimientos ajenos, todo bajo supuestas buenas intenciones.

La misma profesora se enfrenta, en una especie de reconocimiento culposo y decide apaciguar su dolor por medio del ostracismo hasta llegar a formar parte activa de grupos esotéricos y seudo-religiosos y místicos.( un mercado cada vez más amplio y cautivo ).

Todas las posiciones filosóficas, religiones y sectas, bajo el punto de vista del autor, deben ser musculares; o sea, que induzcan a actuar en hechos concretos a favor del prójimo. No a favor propio.

Están completamente errados quienes acuden a la religión en busca de la solución a sus propios problemas. Por lo tanto, seguir a un líder, en que el supuesto líder, es el beneficiario de todas las actitudes y acciones de los creyentes y feligreses, es una posición que en nada ayuda a los problemas físicos, ni siquiera a los del alma, porque en definitiva, conduce todas las energías del colectivo y por ende de la afectada hacia su fin meramente religioso y no necesariamente a solucionar el problema terrenal que le afecta.

Eso cuando las religiones o creencias son reconocidas, pero en las sectas o entidades herméticas, es más posible que se salga peor sicológica y económicamente, ya que en su totalidad propenden un enriquecimiento del “iluminado” líder, abusos sexuales y definitivamente un aprovechamiento de la situación necesitada y de indefensión en que se encuentra la persona que acude a ellos. Como solución generalmente se formarán parejas supuestamente intelectualoides o de profundos pensamientos místicos y esotéricos, en que se posterga algunas necesidades en beneficio de la seudo protección y el cariño afectivo.

Las experiencias han demostrado, que la alternativa seudo-religiosa para solucionar los problemas de pareja tienen un escaso resultado positivista y en la mayoría de los casos, se prolonga el sufrimiento ante el no reconocimiento de los propios errores, ya que todos se están utilizando entre sí, todos actúan en su beneficio.

Esto recalca la necesidad de que acompañe a la educación del intelecto un poder espiritual capaz de regenerar el alma.

Para que un ser humano pueda disfrutar verdaderamente de la felicidad, es necesario que tenga buena salud física, mental y emotiva.

¡Atención señoras y señores!

Debe saber conservar su cuerpo sano y vigoroso, por la debida alimentación y por el ejercicio (no por el trabajo habitual), el descanso, el aseo y el aire puro como entretención. Y es necesaria la educación, el desarrollo de nuestras facultades mentales, esto no significa embobarse en viejos libros obsoletos y lejanos, por muy profundos e importantes que parezcan.

La adquisición de conocimientos y la capacidad de aplicarlos es hoy en día la única fórmula efectiva para demostrar la inteligencia positiva y valedera. Pero, por sobre todo lo anterior, aún más que hacer uso correcto de la razón, es necesario cultivar el corazón, llenarlo constantemente de bondad y dejarla fluir pródigamente hacia nuestros semejantes en raudal de acciones nobles y desinteresadas, incluyendo el perdón y el olvido justificado de los propios reconocidos errores.

Nada ayuda, sólo perjudica el pretender sancionar al supuesto culpable. No ayuda entrar a ciclos depresivos o sicóticos, nada ayuda la ingesta de fármacos como el carbonato de litio en cápsulas, que en su momento se usó como la poción mágica que en cuestión de minutos te traslada desde depresiones crónicas con actos suicidas, hasta actos maniáticos y frenéticos de hiperkinesia.

Hay una frase que dice: “los médicos entierran a sus errores”, y otra que dice: los remedios son el candado que impide abrir la puerta hacia la salud y la felicidad.

Estas dos frases encierran a miles de millones de dólares gastados inútilmente por hipocondríacos que en definitiva se sanaron solos.

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